Sobre Cafés Cumbal

El camino que lleva a Cumbal

Hace muchos, muchos años existían tres reyes tan magos como sabios. Todos ellos sabían interpretar la posición de las estrellas, y cada uno era experto en una bebida.

Hijo del rey Al-kavhe

El primero de ellos era el rey de Arabia,  Melchor, tenía una larga barba blanca, tan larga como la tradición cafetera que le precedía. Era hijo del rey Al-kavhe, quien consumía a diario un brebaje a base de agua filtrada a presión a través de un fruto en granos. Este brebaje obtuvo el nombre del rey: «Kavhe»; que pronunciado sonaba a algo parecido a «caffe».

Al-kavhe instruyó a su hijo Melchor desde joven en el arte del kavhe, enseñándole todas las formas posibles de realizar la bebida; así como la que él consideraba la receta perfecta.

Un día de diciembre, Melchor observó en el horizonte, mientras preparaba su kavhe de antes de dormir, una estrella como nunca antes había visto. Era tan brillante que iluminaba parte del desierto.

Fruto de la curiosidad, Melchor se hizo con provisiones de comida, agua y granos de café; y partió con su camello en busca de lo que iluminaba tan reluciente estrella.

40 años en el Tibet

El segundo era el rey de la India, y su nombre era Gaspar. Era un hombre de largos cabellos y barba de color castaño.

Gaspar poseía una sabiduría sin precedentes, se dice que pasó alrededor de 40 años formándose en el Tibet, donde aprendió técnicas para orientarse con tan solo mirar el horizonte. Además, los monjes con los que convivió le enseñaron la receta de una bebida de propiedades revitalizantes, rejuvenecedoras y sanatorias. Esta era conocida como Té.

Casi en las mismas fechas en las que Melchor avistó aquella estrella, a Gaspar le pasó algo parecido. Un día, mientras meditaba, algo perturbó su concentración; se trataba de una fuerte luz que provenía del cielo.

Guiado por su deseo continuo de sabiduría, montó en su camello, tomó provisiones, y de igual modo que Melchor, partió en busca del destino de aquella brillante estrella.

Rey de tierras africanas

Por último, tenemos a Baltasar, rey de tierras africanas (Costa de Marfil, Nigeria o Ghana, entre otras). Con pelo corto y rizado, debido a sus continuos viajes a través del desierto, entre las distintas regiones de su reino, perfeccionó un sistema de orientación propio, con el que siempre llegaba donde deseaba ir.

A diferencia de los otros dos, Baltasar no nació siendo rey. Desde joven había desarrollado su carrera como comerciante, comprando y vendiendo productos entre distintas regiones.

Un día, mientras inspeccionaba detenidamente el bazar donde solía comprar materias primas, encontró un fruto que nunca antes había visto. Era del tamaño de su mano, de aspecto arrugado y de tonos marrones oscuros. Este extraño fruto generó tal curiosidad en él, que se hizo con todos los que poseía el tendero, quien le advirtió que sería difícil encontrar más como esos sin cruzar los mares.

Tras investigar en profundidad aquel fruto, consiguió generar una especie de pasta de extraordinario sabor a la que dio el nombre de “Chocolate”. Casi de inmediato, vislumbró el principal problema que presentaba aquella pasta: se derretía por las altas temperaturas del desierto. Fue entonces cuando decidió fundir la pasta para hacer de ella una bebida, que mantuviera las propiedades, pero que a la vez fuera fácil de transportar y distribuir.

Poco a poco fue llevando el chocolate fundido a las distintas regiones africanas, y como si de un dios se tratara, a modo de agradecimiento por descubrir tan sabroso alimento, fue nombrado rey de aquellos lugares donde podía extraerse el fruto del chocolate.

Exactamente igual que los otros reyes, un día, durante una travesía por el desierto, quedó impactado por la luz emitida por un astro del cielo. Debido a su experiencia como comerciante, sabia que esa estrella no era común, por lo que decidió seguirla hasta donde le llevara.

Tras semanas de viaje, Melchor, Gaspar y Baltasar se encontraron por el camino. Se presentaron, conversaron, y cuando empezaron a hablar de los motivos que les movían a llevar a cabo aquella travesía, se dieron cuenta de que les movía el mismo astro.

Haciendo uso de las habilidades y conocimientos de los tres, llegaron a la conclusión de que aquella estrella debía dirigirles hasta otro rey, pero no un rey cualquiera.

Sin más, partieron juntos, siguiendo la estrella.

Ciudad Cumbal

Pronto, juntando sus habilidades de orientación, se dieron cuenta de hacia dónde les dirigía aquella estrella. Se trataba de Cumbal, ciudad palestina de larga tradición artesanal.

Una vez entraron en Cumbal, siguieron su camino hasta encontrarse justo debajo de la estrella. En ese lugar encontraron un pesebre, en el que, entre paja y animales, había una familia y un niño recién nacido envuelto en trapos. Los tres se dieron cuenta casi al mismo tiempo; ahí, justo delante de ellos, estaba el rey de reyes.

Sin salir de su asombro, los tres realizaron una ofrenda de lo que consideraban más importante para ellos:

  • Melchor le entregó unos sacos de café, y les dijo, “todo rey debería contar con una bebida hecha especialmente por y para reyes”.
  • Gaspar le entregó varias bolsas de té, y dijo, “el rey de reyes pasará por situaciones difíciles, esta bebida de propiedades mágicas le ayudará a sobrellevarlas”.
  • Por último, Baltasar, les dio unas jarras con chocolate fundido y les dijo, “ningún rey debe morir sin probar los placeres de la vida, esta bebida es sin duda uno de los mayores”.

FIN

Esperamos que os haya gustado nuestra versión del cuento de los reyes magos, y ya sabéis: Oro, Incienso y ¿Qué?… Estas navidades regala café, chocolate y té. 😉